El ejercicio físico regular juega un papel crucial en el mantenimiento de un sistema digestivo saludable. La actividad física estimula la motilidad intestinal, es decir, el movimiento de los alimentos a través del tracto digestivo. Esto ayuda a prevenir el estreñimiento y a mantener una regularidad en las evacuaciones. Además, el ejercicio puede reducir la hinchazón y los gases al facilitar el paso del aire acumulado en el intestino.
Más allá de los beneficios directos, el ejercicio también contribuye a la reducción del estrés, un factor que puede influir negativamente en diversas afecciones digestivas como el Síndrome del Intestino Irritable (SII) y la ERGE. Un estilo de vida activo promueve un peso saludable, lo que también es beneficioso para la salud hepática y la prevención de enfermedades como el hígado graso.
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